La FNC entiende la lucha por la tierra
en Paraguay como una lucha por un programa de desarrollo nacional que
beneficie a la mayoría y por la soberanía del país, y su posición es la
ocupación de propiedades de más 3.000 hectáreas, debido a que el
objetivo son los grandes latifundios.
La FNC plantea la reforma agraria como requisito inexcusable para acabar con la estructura dependiente, latifundista, el atraso y la gran expoliación monopólica, que hacen imposible una economía e industria nacional en función de los intereses del conjunto del pueblo paraguayo.
La FNC plantea la reforma agraria como requisito inexcusable para acabar con la estructura dependiente, latifundista, el atraso y la gran expoliación monopólica, que hacen imposible una economía e industria nacional en función de los intereses del conjunto del pueblo paraguayo.
POLÍTICAS AGRARIAS Y COOPERACIÓN
AGRÍCOLA
Como las políticas agrarias
oficiales, desde siempre, han estado en sintonía con los intereses
latifundistas y las exigencias del mercado externo -además de
escatimar la tierra- nunca incluyeron fomentos para la producción
rural en pequeñas y medianas explotaciones. Aún hoy el Estado sigue
sin garantizar infraestructura, asistencia técnica ni crediticia
real para que los sectores peor posicionados del campo se realicen
favorablemente y no en situación de indigencia extrema y perpetuo
quebranto.
En consecuencia, los reclamos de la FNC -que tiene en la
lucha por la tierra su principal causa de movilización- tampoco
olvidan otras reivindicaciones de tipo coyuntural. Estos planteos
parciales si suelen obtener algún tipo de respuesta satisfactoria
(como fue la gran condonación de deudas en 1999), no sin previas y
encendidas discusiones, acompañadas por un programa de medidas de
fuerza de alcance nacional. Verdaderas pulseadas con el gobierno de
turno que a menudo cobran un cariz tenso y violento.
En verdad, las concesiones que suelen
arrancarle a los gobiernos apenas morigeran los padecimientos del
campesinado. Pues su nivel de postración y sojuzgamiento económico
no podrá sortearse nunca con paliativos. Sin embargo, estos logros
parciales son festejados en el seno de la masa campesina porque
implican un alivio temporal para sus maltrechas economías, pero más
por considerarlos “batallas” ganadas, dentro de una pelea que
saben más trascendente y extendida en el tiempo.
El planteo político de la FNC se
formula actualmente desde una posición que procura integrar los
grandes temas nacionales, la lucha social cotidiana, con el objetivo
primordial e histórico de la recuperación del suelo. Sin cejar en
las reivindicaciones sectoriales -que también incluyen prédica
crediticia, precios para la producción o tarifa social energética-
al profundizar el análisis de la realidad sociopolítica del
Paraguay, la FNC devino en una de las fuerzas nacionales que se
oponen con mayor contundencia a la entrega patrimonial de los
recursos del país. Su combativa y clara actitud frente al proceso de
privatizaciones ha refrenado la claudicación ante los monopolios
extranjeros. Asimismo sostiene una fuerte pulseada contra el avance
indiscriminado del cultivo de la soja, mientras demanda del Estado
nacional una política soberana de agroindustrialización del cultivo
del algodón, desde una perspectiva que comprenda los intereses
nacionales y del conjunto del pueblo trabajador.
OCUPACIÓN, ASENTAMIENTOS Y
COMUNIDADES
La FNC contabiliza 190.000 hectáreas recuperadas, todas improductivas hasta el día de la toma. Actualmente, bajo su órbita, contabiliza 11 regionales incluyendo ocupaciones, asentamientos y comunidades antiguas. Su empadronamiento registra unas 14.000 familias que involucran alrededor de 60.000 paraguayos. Buena parte se trata de tierras conquistadas a partir de tomas pergreñadas y dirigidas por la propia organización. Otras pertenecen a asentamientos de antigua data o producto de tomas espontáneas, cuyos ocupantes fueron al encuentro de la organización con posterioridad a la conquista de la tierra o en el proceso de la toma, en procura de conocimientos y respaldo. Hoy, sus ocupantes reconocen como dirección madre a la FNC y actúan orgánicamente de acuerdo con sus estatutos.
En la actualidad, la FNC acumula una
rica experiencia sobre la preparación de tomas y la lucha por la
tierra en general. Ha estudiado sus propias experiencias y
sistematizado los pasos que llevan al objetivo. Sin embargo, mantiene
amplitud de criterios y respeta las distintas iniciativas campesinas.
Aunque hay una suerte de manual -más verbalizado que escrito- a la
hora de ocupar un latifundio, se resisten a imponer un modelo
prefijado. Y solo ponen cuidado en que la masa conozca las
experiencias del pasado y que se vlga de las mismas para evitar la
repetición de errores.
Internamente discriminan entre
“ocupaciones”, “asentamientos” y “comunidades”. Llaman
ocupación a las tierras tomadas cuya tenencia aún disputan con el
terrateniente y las fuerzas legales. Donde los campesinos no tienen
asegurada la estabilidad y, a menudo, son fustigados y perseguidos
para que hagan abandono del lugar. Los asentamientos, en cambio, son
colonias en proceso de obtener la tenencia legal. Cuando el trámite
se halla en un estado avanzado y el latifundista -casi siempre por
cansancio- resigna la titularidad y los representantes del gobierno
comienzan a aceptar dicho asentamiento como un caso consumado. Las
comunidades son adjudicaciones antiguas, ya legitimadas por el
Estado.
La FNC, como queda dicho, no es la
única organización que planifica y promueve ocupaciones en el
Paraguay, aunque sí la que tiene mayor presencia. En lo que respecta
a sus acciones, el resultado son: 35 asentamientos legalizados o en
vista de ello y siete ocupaciones. Desde 1999, el 80% de los campos
adjudicados por el INDERT permanecen sin título. Para obtenerlo se
le exige a cada beneficiario cinco cuotas abonadas, un requisito
difícil de cumplir. Tema que suscitó un gran debate y planteo de la
FNC, para impedir al ejecución de los campesinos endeudados y la
pérdida del solar ganado.
Las dimensiones de las parcelas
individuales, que nunca superan las 10 hectáreas, varían según las
características del suelo, las dimensiones de la tierra tomada y el
número de aspirantes que se moviliza.
¿CÓMO ES EL PROCESO DE UNA
OCUPACIÓN, SEGÚN LA FNC?
Se forma una comisión vecinal con
aspirantes a tierras en una determinada localidad rural. Se abre un
periodo de alistamiento para interesados. Tras ello, resuelven que
tierras tomarán, preferentemente cercanas al lugar que se constituyó
la comisión. Al momento de elegir, van a priorizar solares cuya
superficie supere las 3.000 hectáreas, aquellos latifundios que
permanecen improductivos, que fueron malhabidos por el terrateniente
o que están en manos de testaferros. Optarán entonces, desde su
óptica, por el latifundio que reúna más elementos favorables.
La justeza de la elección repercute
luego favorablemente y genera simpatías en el entorno, incluso en la
población urbana que suele solidarizarse con el campesinado, al
contemplar la toma de tierras como un acto justiciero y de reparación
histórica.
Una mañana los campesinos “amanecen”
dentro del predio. Levantan una carpa y dos o tres días después
llegará la expedición policial a querere desalojarlos. Los
ocupantes son instruidos para preparar una rudimentaria defensa. No
siempre triunfan, a veces son desalojados por la fuerza. El grado de
violencia suele resultar proporcional al valor de la tierra en
disputa y al poder económico que ostenta el terrateniente. Muchas
ocupaciones atraviesan largos periodos de tensión, en el que los
desalojos se reiteran o los ocupantes son hostigados con fuerzas
parapoliciales: sicarios que renta el mismo estanciero. La
resistencia campesina suele vencer por cansancio a los terratenientes
que, con el tiempo, optan por resignar la tierra antes que invertir
más dinero en guardias privadas y sobornos a las fuerzas públicas.
LOS OCUPANTES
Siempre son hijos de campesinos, mita
(muchachos) o kuñatai (muchachas) de 27 a 30 años. Emplazados a un
dilema sin otras variantes posibles: tierras o éxodo. Existe entre
ellos un alto porcentaje de analfabetismo (en algunas zonas rurales
supera el 80 por ciento). Su idioma es el guaraní y solo una minoría
hace uso del castellano. Es común que padres y familiares de los
ocupantes contribuyan solidarios con alimentos, en el primer tramo de
cada toma. La comunidad de los alrededores también suele hacer lo
propio y hasta se ha dado el caso que los mismos terratenientes
envían vacas antes de que las “ajusticien”.
“Ocupar
no es lo más difícil, el asunto es permanecer” coinciden todos.
En los últimos años, la principal pulseada y la resistencia es
contra los matones a sueldo y contra la policía.
Cada asentamiento desarrolla métodos
de seguridad según su experiencia propia y la que va acumulando el
conjunto del movimiento, con el correr de los años. Esto da lugar a
un incontado número de medidas, ciertamente originales e ingeniosas.
Por ejemplo, los ranchos, en un principio, resultaron en extremo
vulnerables cuando la policía irrumpió con motosierras y pudo
derribarlos sin esfuerzos. Tras ello, los ocupantes erigieron sus
viviendas con palos en cuyo interior esconden una viga de hierro de
construcción. Elemento que no solo los vuelve resistentes, sino que
también destruye la herramienta policial.
Fuente:
FNC, extractado de
“Ñandekuera: Todos Nosotros”, Víctor Delgado. Ediciones Neike.