jueves, 30 de enero de 2014

Lucha por la tierra, por el desarrollo nacional y por la soberanía

Para la FNC, conquistar un pedazo de tierra significa "eñemopyrenda" (hacer pie) y pelear desde allí por la transformación de un Estado oligárquico y proimperialista. La organización solo ocupa propiedades de más de 3.000 hectáreas, puesto que el objetivo son los latifundios.
La FNC entiende la lucha por la tierra en Paraguay como una lucha por un programa de desarrollo nacional que beneficie a la mayoría y por la soberanía del país, y su posición es la ocupación de propiedades de más 3.000 hectáreas, debido a que el objetivo son los grandes latifundios. 

La FNC plantea la reforma agraria como requisito inexcusable para acabar con la estructura dependiente, latifundista, el atraso y la gran expoliación monopólica, que hacen imposible una economía e industria nacional en función de los intereses del conjunto del pueblo paraguayo.

POLÍTICAS AGRARIAS Y COOPERACIÓN AGRÍCOLA
Como las políticas agrarias oficiales, desde siempre, han estado en sintonía con los intereses latifundistas y las exigencias del mercado externo -además de escatimar la tierra- nunca incluyeron fomentos para la producción rural en pequeñas y medianas explotaciones. Aún hoy el Estado sigue sin garantizar infraestructura, asistencia técnica ni crediticia real para que los sectores peor posicionados del campo se realicen favorablemente y no en situación de indigencia extrema y perpetuo quebranto. 

En consecuencia, los reclamos de la FNC -que tiene en la lucha por la tierra su principal causa de movilización- tampoco olvidan otras reivindicaciones de tipo coyuntural. Estos planteos parciales si suelen obtener algún tipo de respuesta satisfactoria (como fue la gran condonación de deudas en 1999), no sin previas y encendidas discusiones, acompañadas por un programa de medidas de fuerza de alcance nacional. Verdaderas pulseadas con el gobierno de turno que a menudo cobran un cariz tenso y violento.

En verdad, las concesiones que suelen arrancarle a los gobiernos apenas morigeran los padecimientos del campesinado. Pues su nivel de postración y sojuzgamiento económico no podrá sortearse nunca con paliativos. Sin embargo, estos logros parciales son festejados en el seno de la masa campesina porque implican un alivio temporal para sus maltrechas economías, pero más por considerarlos “batallas” ganadas, dentro de una pelea que saben más trascendente y extendida en el tiempo.

El planteo político de la FNC se formula actualmente desde una posición que procura integrar los grandes temas nacionales, la lucha social cotidiana, con el objetivo primordial e histórico de la recuperación del suelo. Sin cejar en las reivindicaciones sectoriales -que también incluyen prédica crediticia, precios para la producción o tarifa social energética- al profundizar el análisis de la realidad sociopolítica del Paraguay, la FNC devino en una de las fuerzas nacionales que se oponen con mayor contundencia a la entrega patrimonial de los recursos del país. Su combativa y clara actitud frente al proceso de privatizaciones ha refrenado la claudicación ante los monopolios extranjeros. Asimismo sostiene una fuerte pulseada contra el avance indiscriminado del cultivo de la soja, mientras demanda del Estado nacional una política soberana de agroindustrialización del cultivo del algodón, desde una perspectiva que comprenda los intereses nacionales y del conjunto del pueblo trabajador.

OCUPACIÓN, ASENTAMIENTOS Y COMUNIDADES
Cada 29 de noviembre se conmemora con una fiesta popular el aniversario de la conquista del asentamiento Mariano Díaz, en el distrito de Cecilio Báez, Caaguazú (conquistado el 29 de noviembre de 2004).

La FNC contabiliza 190.000 hectáreas recuperadas, todas improductivas hasta el día de la toma. Actualmente, bajo su órbita, contabiliza 11 regionales incluyendo ocupaciones, asentamientos y comunidades antiguas. Su empadronamiento registra unas 14.000 familias que involucran alrededor de 60.000 paraguayos. Buena parte se trata de tierras conquistadas a partir de tomas pergreñadas y dirigidas por la propia organización. Otras pertenecen a asentamientos de antigua data o producto de tomas espontáneas, cuyos ocupantes fueron al encuentro de la organización con posterioridad a la conquista de la tierra o en el proceso de la toma, en procura de conocimientos y respaldo. Hoy, sus ocupantes reconocen como dirección madre a la FNC y actúan orgánicamente de acuerdo con sus estatutos.

En la actualidad, la FNC acumula una rica experiencia sobre la preparación de tomas y la lucha por la tierra en general. Ha estudiado sus propias experiencias y sistematizado los pasos que llevan al objetivo. Sin embargo, mantiene amplitud de criterios y respeta las distintas iniciativas campesinas. Aunque hay una suerte de manual -más verbalizado que escrito- a la hora de ocupar un latifundio, se resisten a imponer un modelo prefijado. Y solo ponen cuidado en que la masa conozca las experiencias del pasado y que se vlga de las mismas para evitar la repetición de errores.

Internamente discriminan entre “ocupaciones”, “asentamientos” y “comunidades”. Llaman ocupación a las tierras tomadas cuya tenencia aún disputan con el terrateniente y las fuerzas legales. Donde los campesinos no tienen asegurada la estabilidad y, a menudo, son fustigados y perseguidos para que hagan abandono del lugar. Los asentamientos, en cambio, son colonias en proceso de obtener la tenencia legal. Cuando el trámite se halla en un estado avanzado y el latifundista -casi siempre por cansancio- resigna la titularidad y los representantes del gobierno comienzan a aceptar dicho asentamiento como un caso consumado. Las comunidades son adjudicaciones antiguas, ya legitimadas por el Estado.

La FNC, como queda dicho, no es la única organización que planifica y promueve ocupaciones en el Paraguay, aunque sí la que tiene mayor presencia. En lo que respecta a sus acciones, el resultado son: 35 asentamientos legalizados o en vista de ello y siete ocupaciones. Desde 1999, el 80% de los campos adjudicados por el INDERT permanecen sin título. Para obtenerlo se le exige a cada beneficiario cinco cuotas abonadas, un requisito difícil de cumplir. Tema que suscitó un gran debate y planteo de la FNC, para impedir al ejecución de los campesinos endeudados y la pérdida del solar ganado.

Las dimensiones de las parcelas individuales, que nunca superan las 10 hectáreas, varían según las características del suelo, las dimensiones de la tierra tomada y el número de aspirantes que se moviliza.

¿CÓMO ES EL PROCESO DE UNA OCUPACIÓN, SEGÚN LA FNC?
Se forma una comisión vecinal con aspirantes a tierras en una determinada localidad rural. Se abre un periodo de alistamiento para interesados. Tras ello, resuelven que tierras tomarán, preferentemente cercanas al lugar que se constituyó la comisión. Al momento de elegir, van a priorizar solares cuya superficie supere las 3.000 hectáreas, aquellos latifundios que permanecen improductivos, que fueron malhabidos por el terrateniente o que están en manos de testaferros. Optarán entonces, desde su óptica, por el latifundio que reúna más elementos favorables.

La justeza de la elección repercute luego favorablemente y genera simpatías en el entorno, incluso en la población urbana que suele solidarizarse con el campesinado, al contemplar la toma de tierras como un acto justiciero y de reparación histórica.

Una mañana los campesinos “amanecen” dentro del predio. Levantan una carpa y dos o tres días después llegará la expedición policial a querere desalojarlos. Los ocupantes son instruidos para preparar una rudimentaria defensa. No siempre triunfan, a veces son desalojados por la fuerza. El grado de violencia suele resultar proporcional al valor de la tierra en disputa y al poder económico que ostenta el terrateniente. Muchas ocupaciones atraviesan largos periodos de tensión, en el que los desalojos se reiteran o los ocupantes son hostigados con fuerzas parapoliciales: sicarios que renta el mismo estanciero. La resistencia campesina suele vencer por cansancio a los terratenientes que, con el tiempo, optan por resignar la tierra antes que invertir más dinero en guardias privadas y sobornos a las fuerzas públicas.

LOS OCUPANTES

Siempre son hijos de campesinos, mita (muchachos) o kuñatai (muchachas) de 27 a 30 años. Emplazados a un dilema sin otras variantes posibles: tierras o éxodo. Existe entre ellos un alto porcentaje de analfabetismo (en algunas zonas rurales supera el 80 por ciento). Su idioma es el guaraní y solo una minoría hace uso del castellano. Es común que padres y familiares de los ocupantes contribuyan solidarios con alimentos, en el primer tramo de cada toma. La comunidad de los alrededores también suele hacer lo propio y hasta se ha dado el caso que los mismos terratenientes envían vacas antes de que las “ajusticien”.

Ocupar no es lo más difícil, el asunto es permanecer” coinciden todos. En los últimos años, la principal pulseada y la resistencia es contra los matones a sueldo y contra la policía.

Cada asentamiento desarrolla métodos de seguridad según su experiencia propia y la que va acumulando el conjunto del movimiento, con el correr de los años. Esto da lugar a un incontado número de medidas, ciertamente originales e ingeniosas. Por ejemplo, los ranchos, en un principio, resultaron en extremo vulnerables cuando la policía irrumpió con motosierras y pudo derribarlos sin esfuerzos. Tras ello, los ocupantes erigieron sus viviendas con palos en cuyo interior esconden una viga de hierro de construcción. Elemento que no solo los vuelve resistentes, sino que también destruye la herramienta policial.

Fuente:
FNC, extractado de “Ñandekuera: Todos Nosotros”, Víctor Delgado. Ediciones Neike.